Clases particulares

Al final, contra todo pronostico inicial, Alfred le había agradado. Le había agradado demasiado.

La primera vez que lo vio, acompañado por Gilbert cuando se juntaron todos a almorzar, creyó que era solo alguien bien parecido que tenía demasiado claro lo atractivo que era. Luego cuando se juntaron a estudiar, descubrió que en realidad no era un arrogante desagradable como pudo pensar antes, sino que era bastante agradable y con un sentido del humor algo singular... la clase de humor que a él le gustaba. Y después estuvo esa ocasión donde fueron castigados por culpa del grupito de Francis y compañía (aún no le caía en la cabeza como el inspector pudo pensar que él iba a andar mirando chicas), y tuvieron que pasar una tarde de castigo en una sala haciendo deberes, tiempo que en realidad ocuparon para conversar, descubrir sus gustos en común y... flirtear un poco.

Ahora que tenía su número de celular, se habían dedicado a conversar por mensajes, aunque solo de forma ocasional, habían comentado sobre las cosas del colegio o del estreno de la próxima película de ciencia ficción que ambos querían ver, pero nada más, lo cual era un poco decepcionante.

Luego de haber estado dudando bastante, miró la hora y luego el chat de whatsapp que mantenía con Alfred. Eran apenas las cinco de la tarde de un día viernes, su hermana probablemente llegara un poco más tarde junto a su esposo ya que iban a ir a cenar y eso... le daba solo una idea que esperaba fuera buena.


Mando el mensaje antes de poder arrepentirse, esperaba que Alfred aceptara o por último pusiera una buena excusa para no sentirse tan rechazado en esos momentos.

Después de despedirse de su madre se dirigió a la cocina, abrió el refrigerador y sacó una lata de coca-cola con su derecha mientras que con la izquierda sacaba su celular de bolsillo al sentirlo vibrar. Le dio una rápida mirada a la pantalla al caminar hacia la sala mientras pensaba que de seguro era un mensaje de alguno de sus amigos para invitarle a la fiesta de esa chica universitaria que hace días le andaba haciendo ojitos, pero al sentarse en el sillón y mirar con más detalle la pantalla leyó, para su agrado, "Iván".

Aquel chico le había llamado la atención desde que se había sentado en el primer día de clases, en el almuerzo, con él. Admitía que en un inicio quería sólo darle una probada, pero después de estudiar junto a él y descubrir que era más que sólo una cara y cuerpo bonita,sino que también era alguien inteligente y con un sentido del humor muy particular, el querer sólo hacer un Home Run con él se le sumó el querer saber más allá de lo físico. Y lo ultimo aumentó luego de pasar un agradable castigo juntos, el cual se ganaron gracias a que los culparan por algo que ellos no hicieron si no que el famoso trío de Gilbert y sus amigos.

Pero qué más da, gracias a ese "castigo" conoció más al ruso y tuvieron la oportunidad de intercambiar números y poder hablarse desde sus propias casas.

Abrió el chat y, con una una ligera sonrisa, escribió:
"También tengo la tarde libre y, vaya, ¿me lees la mente? Justo estaba pensando en qué haré con el examen de literatura"

Rió por lo de la clase de anatomía. Si Iván supiera qué se le pasó por la mente cuando le pidió inocentemente que le enseñara esa manteria...

"¿Mi casa o tu casa? En estos momentos estoy solito :c"

Sonrió al ver que la respuesta no tardo en llegar. Se tiró sobre su cama y rodó hasta calmar el ataque de alegría que le dio. No iba a admitir jamás a nadie que conversar con Alfred le causaba más sensaciones de las que estaba dispuesto a aceptar.



Sí Alfred supiera que desde el inicio esa propuesta fue de todo menos inocente... probablemente le miraría con otros ojos, pero era mejor mantener las cosas calmas, prefería no parecer tan interesado ya que no sabía como iban a acabar las cosas. No quería ser uno más en las muchas conquistas de Alfred.


Miró su cuarto de reojo, si su hermana no cambiaba de planes a última hora todo iba a estar bien para pasar una tarde con agradable compañía. Envió otro mensaje con la dirección y luego simplemente espero a ver si Alfred aceptaba.

Quizás debería aprovechar el tiempo para cambiarse la remera que andaba trayendo...

Apoyó su celular sobre uno de sus muslos para abrir la lata de bebida con ambas manos, mientras aún observaba la pantalla de éste, esperando la respuesta del eslavo al leer que escribía.

- Excelente solución. -murmuró, bebiendo un poco de la lata antes de dejarla sobre el brazo del sillón y tomar su celular con ambas manos por la impresión.
Podría ser que se apresuró, pero Iván le había parecido alguien que no invitaba a cualquiera a su casa. Aunque... podría estar en lo correcto y él no ser "cualquiera". No, no, se estaba apresurando.

Leyó la dirección y luego miró el reloj del celular, calculando que no estaba tan lejos donde vivía el otro y que podría llegar tomando sólo un bus.

"Estaré alrededor de las seis por allá"

Envió el mensaje, agarró la lata y se levantó para dirigirse a las escaleras e ir a su cuarto. Se cambiaría de ropa a una más presentable y tomaría sus cuadernos de Literatura y Anatomía. Aunque... podría olvidar el de anatomía.

Luego de cambiarse de ropa y arreglar su mochila salió de su casa, cerrando con llave antes de ir a la parada más cercana.

Respiró hondo al leer esa respuesta, leyéndola varias veces antes de responder.


Miró de nuevo la hora y se levanto de la cama para ir al closet a buscar otra remera que le gustara más y con la que se pudiera sentir cómodo. No es que buscara vestirse para llamar la atención de Alfred... ok, mentía, si quería verse bien para llamar su atención, pero tampoco quería que se notara que había puesto demasiado cuidado.

Tomó al final una remera de color lila, sin estampados, junto a su bufanda de siempre. No era nada llamativo, pero era una de sus favoritas, así que le bastaba. Metió todo lo que saco de vuelta al closet, sin demasiado orden y cerró las puertas para que el desorden no se notara.

Fue a la cocina a revisar que hubieran refrescos en el refrigerador, había notado la afición del americano por las coca cola y era una suerte que a Toris igual le gustaran, por lo que si había. El mismo se sirvió un vaso y se lo llevo para la sala, donde tenía unos pocos cuadernos sobre la mesa de centro, de modo que todo se viera casual.